martes, 15 de abril de 2014

Sobre la necesidad de la "Nueva carta sobre el comercio de libros", por Juan Olivares González

Denis Diderot escribió en 1763 su “Carta sobre el comercio de libros” por encargo del Gremio de Libreros de Paris a causa de la situación de desamparo que ya entonces tenían los autores, los editores y los libreros, que estaban prácticamente inermes ante  el expolio a que eran sometidos continua e impunemente en sus respectivos trabajos de creación, edición, distribución y venta de libros. En el transcurso de estos más de 250 años, el panorama no ha variado sustancialmente, más bien, si cabe, se ha empeorado. A nuevos tiempos, nuevos problemas, que se añaden a las dificultades ya arrastradas.
          La “Nueva carta sobre el comercio de Libros” es una modesta pero firme reivindicación de los legítimos derechos de autores, editores y libreros; es también una llamada de atención a toda la sociedad, especialmente a quienes están relacionados con este mundo, y es, sobre todo, una petición a las autoridades competentes para que promuevan, promulguen y hagan cumplir unas leyes justas y eficaces que garanticen que el producto de un trabajo sea para quien lo realiza.
           Lo hasta aquí expresado es el leitmotiv, el hilo conductor de nuestra Nueva Carta, que, al ser una obra colectiva, recoge una variedad de enfoques y de opiniones que componen un atractivo mosaico, un libro rico en matices y de agradable lectura. En conjunto, las distintas cartas están cargadas de razones contra la piratería, contra el saqueo de la propiedad ajena —en este caso, la propiedad intelectual— y, por ende, contra la intromisión en terrenos que pertenecen legítimamente a quienes los trabajan poniendo en ello su esfuerzo y arriesgando su dinero, como sucede con los editores y los libreros.
          En mi artículo, “Libro, el amigo de los mil nombres”, he querido hacer una defensa total, aunque no excluyente, del libro impreso en papel, sin mencionar siquiera otro tipo de soportes con los que no tiene por que entrar en conflicto ya que todos pueden convivir perfectamente, pues hay muchas clases de lectores y hay también distintos momentos y hábitos de lectura en cada uno de ellos. De esta manera, realizo un recorrido emocional por algunas de mis lecturas preferidas, por los autores que más me han influido y recuerdo con afecto y gratitud la figura de mi maestro de Primeras Letras, que, además de enseñarme a leer y otras cuestiones básicas, supo despertar en mí la afición por la lectura.

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